12 de deciembre de 2020 | Beatriz Vera | Lecturas de Hoy

"Bendita eres tú más que todas las mujeres." -Judit 13,18

Creciendo en México, siempre me fascinaron las peregrinaciones a la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe en el cerro del Tepeyac en la Ciudad de México.

Allí los peregrinos agradecen por  un milagro recibido  yendo  de rodillas hacia el manto de Juan Diego conservado en la Basílica.  Cuando Juan Diego abrió su manto ante el arzobispo Zumárraga el 12 de diciembre de 1531, unas flores cayeron al suelo y en la tela estaba la imagen de la Virgen de Guadalupe. 

Juan Diego fue beatificado el 6 de mayo de 1990 y canonizado el 31 de julio de 2002 por el Papa Juan Pablo II.

Por un tiempo, la vista de esas rodillas ensangrentadas y de los "milagritos" dejados en el santuario (reproducciones en oro de la parte del cuerpo humano curado por el milagro recibido) me hizo creer que mi fe nunca sería suficiente para caminar de rodillas ni para pagar por un “milagrito”. 

En esos años mis padres no eran muy católicos, y nos llevaban a la Basílica más por turismo que por un acto de fe. Ambos se convirtieron antes de fallecer. Tal vez fue la Virgen de Guadalupe quien escuchó su anhelo para su Hijo y les mostró el camino.

Soy antropóloga y el estudio de las prácticas religiosas "populares” ha motivado mi interés por  la justicia social y mi acercamiento  a la Iglesia Católica. Aprendí la importancia de los símbolos y las ceremonias en una cultura y cómo el catolicismo llena las almas de los pobres - tanto de los pobres de espíritu como de los pobres de dinero. Aprendí también que dos de cada cinco mexicanos viven en la pobreza, aumentando así mi asombro por esos “milagritos” que los más humildes traen a la Virgen con mucho sacrificio.

Sea en los Estados Unidos que en México, la Virgen de Guadalupe sigue siendo un poderoso símbolo de la identidad y de la fe mexicana, y su imagen está asociada con temas que van desde la maternidad, al feminismo, a la justicia social.

Durante la cuarta aparición, la Virgen dijo a Juan Diego: "No tengas miedo. ¿No estoy yo aquí que soy tu Madre?" Esta frase resuena con todos los que hoy nos reunimos para rezar pidiendo su  intercesión.

Hoy exclamo: 

Bendita eres tú más que todas las mujeres. ¡Y bendito sea el Señor Dios, Creador del cielo y de la tierra. -Judit 13,18